En la vida vamos conduciendo un autobús por la carretera que lleva hacia nuestras metas y con el motor de nuestros valores. Llevamos unos pasajeros revoltosos, que son nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Todos ellos son catastrofistas: “si sigues ese camino vas a sufrir mucho”, “te vas a estrellar”, “vas a tener un accidente”, “te vas a morir”, “te vas a volver loco”,”se van a reír de ti”. Se nos echan encima, nos aprietan en nuestro estómago, se suben a nuestros hombros, o nos agarran del cuello. Además, nos dicen implícita o explícitamente: “Tuerce ya”, “Haz todo que sea para evitarlo”, “No sigas el camino que tanto deseas porque va a ser tan desastre”, “; ¡No lo hagas!”, “¡Para!”.
Tenemos varias alternativas de comportamiento en esa situación:
1. Hacerles caso y torcer, parar, o lo que digan. Pero no llegaremos nunca a donde queremos ir. Sabemos que, si les hacemos caso, tendremos un alivio inmediato, pero abandonaremos muchas cosas importantes en nuestra vida, lo que nos harán sufrir indeciblemente.
2. Establecer una lucha con el pensamiento. Discutir y decirle que es mentira, que aquello no va a ocurrir. Estamos discutiendo con nuestra mente que es, al menos, tan lista como nosotros mismos, por lo que es imposible vencerla. La lucha y su resultado nos dejan exhaustos. Además, nos distraeremos de la carretera y podremos tener un accidente.O intentamos charlos del autobús para no escucharlos. De nuevo tendremos que parar para quitarlos de en medio o correremos el peligro de tener un accidente.Tambien, podemos luchar físicamente contra ellos, intentando quitárnoslos de encima para que las sensaciones que nos hacen sentir no dificulten nuestra conducción. Así, una vez más, nos pondremos en peligro.
3. Aceptar, es decir, escuchar su amenaza, sentir cómo se agarran a nuestro cuerpo, sintiendo el miedo que nos produce lo que nos dicen, sabiendo que es muy posible que lleven razón, y, pese a todo, no hacerles caso; no llevando a cabo las acciones que nos proponen para evitar la catástrofe que nos predicen. Es decir, no torcer, arriesgarnos a encontrar el desastre que nos afirman que ocurrir carretera adelante. No podemos dejar de escucharles porque chillan mucho, y tampoco podemos quitárnoslos de encima, pero se trata de seguir conduciendo por la carretera por la que queramos ir. Si aprendemos a conducir en estas adversas condiciones, llegaremos a donde queremos y, quizás eventualmente, los pasajeros se cansen de darnos la lata, porque no consiguen nada, y se sienten tranquilos en el fondo del autobús, aunque de vez en cuando vuelvan a darnos la lata.
En la metáfora del autobús, la alternativa de la aceptación consiste en escuchar la predicción catastrófica de nuestros pasajeros sin discutir, no hacer lo que los pensamientos nos dicen que hagamos, y seguir adelante por nuestra ruta en el autobús, aunque no tengamos ganas, aunque nuestras sensaciones nos digan que nos vamos a conseguir nada, que no merece la pena. Se trata de seguir haciendo lo que para nosotros es realmente importante en la vida, sin desviarnos, sin intentar evitar lo que nos dice nuestro pensamiento y lo que nos hace sentir, es decir, escuchando, sintiendo y sin desviarnos de la ruta que deseamos seguir.
Fuente: “Terapia de aceptación y compromiso”, (Hayes, et al, 1999)